Comúnmente se suele decir de la viña, que como del cerdo, se aprovecha todo. En mi caso os voy a contar un truco que le he visto hacer a Daniel (que por cierto os tengo que explicar que el hijo del otro Daniel que me planto y me injerto cuando apenas era un niño) desde que se encarga de cuidarme. Después de la poda de todas las cepas, yo incluida, recoge todos los sarmientos (ramas cortadas de nosotras las viñas) y los agrupa en “gavillas” (fardos). Diréis que eso no es ninguna novedad, y tenéis razón. Pero la diferencia estriba en que deja las gavillas sin recoger en la viña hasta principios de la primavera. Con esto lo que consigue es que los caracoles de secano que salen de su letargo con subida de la temperatura primaveral, busquen refugio entre los sarmientos a los rayos solares del mediodía, que cada vez caen mas perpendiculares.
Así, que cuando vinieron a finales de abril para recoger las gavillas se llevaron además una buena cosecha de caracoles. Los mejores si hacemos caso al refranero: “Los de abril para mi, los de mayo para mi amo y los de junio para ninguno”.
Aquí en La Rioja las gavillas, una vez secas, son utilizadas para hacer chuletadas. Las famosas chuletas de cordero a la brasa de sarmientos. Para aquellos que no las hayáis probado nunca, os las recomiendo, bañadas con un buen vino, por ejemplo: ARAR 2003, jejeje, ¿A que soy buena publicista?. Aunque por mi condición de vegetal no pueda disfrutar de ese placer, solo reservado para los humanos como tú.
En las dos fotos salen Daniel, y su suegro José María Huerta el día de las “dos cosechas”. Os puedo asegurar que después de estas imágenes se pegaron, junto con la familia, una buena chuletada, como la que os hemos recomendado. Los caracoles cayeron en otra cita gastronómica…
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